domingo, 18 de diciembre de 2016

Montes de Toledo Occidentales


Esta escapada a los Montes de Toledo occidentales recorre una de las zonas más desconocidas de este anárquico sistema montañoso. Un lugar apacible que merece la pena visitar donde encontraremos cómodas pistas, pero también caminos retorcidos y algún que otro cortafuegos picantón.

Montes de Toledo
Rodaremos al cobijo de bellos y cerrados encinares, pinares y robledales... Divisaremos algún despistado castaño, y mucha jara. Todo ello salpicado por los característicos canchales, taludes de grandes extensiones de piedra suelta sobre las propias laderas. O incluso, si tenemos suerte, algunos de los cervatillos que por aquí moran en libertad.

Y como escenario de todo ello, los ondulados horizontes que forman estas elevaciones que salpican sin orden aparente estos parajes toledanos llenos de magia y misterio.

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La ruta comienza desde la sosegada localidad de Robledo del Buey por la carretera que sale hacia la vecina localidad de Robledo del Mazo. El río Pusa nos acompaña en estas primeras pedaladas que bien sirven para calentar nuestras piernas.

A los tres kms  de ruta salimos del asfalto para coger un camino que nos introduciría de bruces en las entrañas de estos misteriosos montes. Una pequeña cadena atravesada impide el paso de cualquier vehículo motorizado (ojo porque nos encontraremos varias de ellas a lo largo de nuestra jornada)

Durante los tres siguientes kms habrá que apretar los dientes para poder salvar el desnivel que dista de la zona de la vega del arroyo Marañosa (cauce que cruzaremos en dos ocasiones) hasta el collado Vallecasar.

Un bello encinar flanqueará  nuestro camino con ayuda de jarales que impregnarán su particular fragancia en nuestras pituitarias mientras exigimos el máximo rendimiento a nuestro cuerpo en estoss primeros kms.
Jaras y encinas en el primer ascenso
Un inicio de jornada, tan bonito como duro. Dará un toque de atención a todos aquellos que osen subestimar estos montes con suaves horizontes. El tramo final consta de un pequeño cortafuegos que obligará a sacar lo mejor de tu habilidad y potencia para salvar el paso.

Una vez en lo alto del collado las vistas recompensarán el esfuerzo realizado, pero aún quedará una pequeña propina antes de completar definitivamente el primer ascenso. A mano derecha queda el risco del Castillazo. Risco que debemos ascender y bordear por su flanco sur para poder decir que habíamos terminado el primer puerto de la jornada.
En el Castillazo
La primera parte del descenso que viene a continuación nos obliga a extremar las precauciones. Es un camino bonito y muy divertido que exige nuestra total concentración en él. Las vistas que van quedando a nuestra derecha, hacia el sur, bien merecen la pena una pequeña y responsable parada.

Una vez en el collado del Arco, el descenso se torna suave y seguro. Nos habremos adentrado en un denso y cuidado pinar mientras aún seguimos descendiendo cotas, preparándonos para la segunda batalla de la jornada.

Tras varios cruces y giros estaremos listos para iniciar el ascenso hasta el collado Ñañas. Otros cuatro kms para ascender por un camino duro y algo roto al principio; y una ancha pista con menos desnivel después.
Por Vallecasar, hacia el collado Ñañas
Los inicios de esta parte son bonitos, rodando por junto al cauce del un arroyo en su umbría que nos dará paso, tras cruzar una cadena, a la pista forestal que nos dejará en lo alto del collado Ñañas. Un bonito mirador sale a la derecha para observar la prominencia del risco Ñañas en un primer plano y una sierra de Gredos al fondo; al otro lado de la gran llanura.

Tocaba ahora rodar descendiendo, ojo nueva cadena, por esta ancha pista durante una decena de kms. bordeando la ladera de esta solana que nos deja en una vetusta carretera que continúa el descenso hasta llegar a las proximidades de Espinoso del Rey.

Un cambio de asfalto, no a mucho mejor, nos sitúa en la parte más alejada del punto de inicio y con 16 kms de ascenso muy suave en sus primeros kms hasta  el pico Aljibes.

Tocaremos de refilón la raña para adentrarnos de nuevo hacia el interior de los montes. Primero encinas, luego pinos y por último robles irán cambiando el escenario a medida que vamos tomando altura hasta llegar al collado del Garduño que nos permitirá un leve respiro a nuestras piernas.
Llegando al Collado Garduño
Un cómodo tramo nos espera ahora por delante, pista que bordea la loma de la montaña sin ganar ni perder desnivel. Zona propicia para la recolección de níscalos hasta que nos topamos de nuevo con la misma carretera a la que habíamos salido kms atrás.

Una pequeña subida nos dejará en la umbría de la fuente de la Teja. Un rinconcito curioso donde reponer aguas y refrescar nuestro cuerpo. Ya quedaba menos para coronar el puerto del Pan y Queso.
Fuente la Teja
Es aquí donde dejamos caer la carretera, para nosotros seguir en busca del vértice geodésico más alto del lugar. Cinco kms de cómoda subida con bonitas vistas por esta zona de solana que se agradecía en estos perfectos días anticiclónicos donde el otoño expira.
Solana de camino al Pico Aljibes
Tras cruzar el collado de los Asnos el pinar pide su protagonismo para acompañarnos hasta lo más alto de esta montaña, jugando al escondite con uno de los múltiples cortafuegos que hay en estas zonas.

Ya en lo más alto del Pico Aljibes, nos deleitaremos con las vistas que nos ofrece antes de pasar a la acción con la parte más peligrosa y complicada de la jornada.
Pico Aljibes
Tocaba un descenso por un peligroso cortafuegos con piedra suelta y desnivel negativo que pasaba la treintena. Divertido para los más habilidosos y temerario para todo aquel que tuviese un sano juicio.

Pero solo se trataba de 500m donde el bajarse de la bicicleta en zona puntuales puede ser la mejor opción para no acabar esta bella ruta con un sabor amargo.

Tras este tramo, volvimos al encinar inicial por que empezamos nuestra jornada de hoy, desandando nuestros propios pasos por el arroyo Marañosa. Lugar que invitaba al descanso en alguna de las pozas naturales que su cauce creaba.
Pozas del arroyo Marañosa
Tan solo restaban los tres kms de asfalto hasta Robledo del Buey, lugar de partida donde nos esperaba un auténtico picnic de lujo, de la mano de los compañeros que siempre piensan en los demás.

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