viernes, 19 de agosto de 2016

Mont Blanc y Col d´Iserand

Tras los tres días por los alpes meridionales franceses, tocaba abandonar Briançon para desplazarnos un poco más al norte. En nuestro traslado, recorrimos el Galibier y el Telegraphe, ahora mucho más cómodos que días atrás. Una parada obligada en Valloire; para desayunar y disfrutar de las artes pasteleras de los franceses.

Casi cuatro horas más tarde, habíamos llegado a Bourg-Saint-Maurice donde establecimos nuestro tercer y último cuartel general; que dicho sea de paso, fue el mejor. El Chalet Mathilde, regentado por Ben, un joven inglés que nos esperaba en la puerta para recibirnos y mostrarnos esta lujosa casa.
Chalet Mathilde
Casa que invitaba al descanso, y así hicimos. Día para reponer la nevera, jugar al ping-pong, estudiar los puertos que quedaban por delante. E incluso, día para nuevas propuestas. El Mont Blanc, monte más alto de la Europa occidental, quedaba tentadoramente próximo.
Disfrutando de la lujosa casa
Todos, reunidos en los cómodos sillones del amplio salón, decidimos no desaprovechar esta oportunidad. Y así establecimos la jornada siguiente. Por la mañana visitar el Mont Blanc, y por la tarde realizar el ascenso al Col d´Iserand desde la misma puerta de casa.
Mirando la cima del Mont Blanc
VISITA AL MONT BLANC

Dos horas son las que teníamos por delante hasta llegar a Chamonix, ciudad del Mont Blanc. Dos horas que pasaron entre cabezadas y vistas a unas carreteras que comenzaban a poblarse de autocaravanas debido a las tres jornadas alpinas del Tour, que en la edición de este año rendía homenaje a la gran Montaña Blanca.
Teleférico de Chamonix
A las 10:00 estábamos en Chamonix, justo en la entrada para tomar el teleférico hasta el Aguile du Midi. 58€ tuvieron la culpa de poder ascender, tras veinte minutos y un trasbordo de teleféricos, hasta los 3800m.

Lugar que ofrece unas vistas impresionantes del Mont Blanc, al que aún quedan otros mil metros para llegar a su cumbre, eso sí, ya por tus propios pies y con glaciar entre medias. Si eres capaz de obviar al resto de turistas y centrar tu atención más allá de la barandilla metálica, se transformará en un lugar y momento místico.
Chamonix, desde Aguille du Midi
Es por ello que, solo con la presencia en el lugar, ya merece la pena el pago de esa elevada cantidad de dinero. A parte de las vistas montañosas en sus 360º, también encontraremos tiendas de souvenir, y la nueva atracción de "paso al vacío". Un balcón de 5 caras acristaladas del que prende una caída de más de mil metros.
Buscando el Materhorn
Si observamos hacia el lado opuesto, podremos divisar también en la lejanía infinitas agujas de más de 4000m como el Monte Rosso e incluso el Martherhorn (o Cervino). Montañas que comparten límites nacionales con Italia y Suiza.

La legua glaciar que queda a nuestros pies, no cansa nuestras miradas. Parece hipnotizarnos con su blancura extendida. Alpinistas encordados la recorren en búsqueda del pico más alto de esta Europa Occidental con sus 4810m.
Glaciar del Mont Blanc
Existe la posibilidad de cruzar este glaciar sobre otro teleférico que ya entra en tierras italianas, pero el excesivo precio nos obligó a obviarlo.

Con el cuerpo y mente completamente renovados, iniciamos la vuelta al valle por las mismas vías que nos permitieron llegar hasta este bello lugar.

Poco más tarde de las tres de la tarde llegamos a nuestro cuartel general. Una comida a base de pasta fue suficiente para iniciar la segunda parte del día.

ASCENSO AL COL D´ISERAND

El col d´Iserand sería la cima más larga de todas las propuestas en el viaje. 46 km de ascenso hasta ascender 1900 metros de desnivel, llegando a una cota de 2770 msnm. Todo un clásico coloso alpino. Y teníamos toda la tarde para afrontarlo.

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Cierto es, que la excelente ubicación de la casa, a las afueras de Bourg-Saint-Maurice, nos permitía ahorrarnos los cinco primeros kms. No obstante seguía siendo un puerto de más de 40km de ascenso.

El mercurio en el valle y a estas horas del día sobrepasaban los 30ºC. Eso, unido a la digestión que aún se estaba llevando a cabo en nuestros cuerpos, nos impidió disfrutar de los primeros kms de ruta.
Galerías en el ascenso
Suave en un principio siguiendo aguas arriba el río Iserand hasta que nos topamos con las curvas de Sainte-Foy-Terantaise y La Thuile. Ambas localidades encaramadas en la loma de la montaña.

El tráfico es denso e incluso molesto en estos primeros compases de la ascensión. La pendiente no disminuye hasta el momento en que dejamos atrás las curvas de herradura, poco después de cruzar el segundo de los pueblos.

Ahora el camino se torna cuasi rectilíneo, incluso ayudándose con alguna galería que obliga a saltar las aguas por encima de la carretera. Sería un perfecto aperitivo para el segundo sector del este bello ascenso.
Lac du Chevril
Llegados al km 16 de nuestro ascenso, nos encontramos con el desvío a Tignes, que utiliza la presa del espectacular lac du Chevril para acceder a la localidad.

Nosotros seguiremos rectos. Adentrándonos en el segundo sector del ascenso. Seis kms de llaneo, e incluso pendientes negativas, por largas viseras que rodean el margen derecho del lago y donde es recomendable tener una luz de posición en la bici.
Galerías en el tramo de descanso
Las montañas estrechan el paso, tanto que parecen querer esconder lo que hay detrás de ellas. Tras un suave regate a las lomas, nos encontramos tras ellas la estación de sky Val d´Isere.

Un valle llano bien aprovechado y urbanizado para la explotación de actividades invernales. Edificios y construcciones con buena planta.

Antes de abandonar el núcleo urbano más importante del ascenso, buscamos una fuente para rellenar nuestros bidones a la vez que preguntábamos cuántos eran los kms restantes hasta la cima. "diez, siete" nos decían unos "uno, siete" nos decían otros. Conclusión. "Diecisiete"
Val d´Isere
Con la moral renovada tras el leve descanso, iniciamos el definitivo ascenso de cara ya a disfrutar de la bici, la naturaleza, el deporte y los compañeros.

Compañeros como Sergio y Lito que aparecieron desde atrás, pensando que iban por delante. Ahora ya todos juntos, excepto Victor, que marchaba por delante, atacamos definitivamente el ascenso.

La temperatura se había reducido notablemente, así como la hora de la digestión parecía concluida. Las buenas sensaciones volvieron a mi cuerpo justo en el momento adecuado.
De camino al Pont-St-Charles
La pendiente se volvía a despertar, quedando ya confirmada al paso por el último reducto urbano del ascenso, Le Fornet.

El sol empezaba a perder la batalla ante las nubes que comenzaban a poblar el cielo. La carretera se dirigía sin duda alguna hacia la frontera italiana. Al frente una muralla natural que impide el paso obliga a la carretera a cruzar el Puente St-Charles para tomar un nuevo rumbo, ahora ya al otro lado de la ladera.

El ascenso se va haciendo patente, dejando Val d´Isere bajo nuestros pies. El ritmo es alegre y las piernas responden con viveza a las imágenes que la vista percibe.
Val d´Isere
Los porcentajes no bajan ya del 7-8, el sol ha desaparecido por completo, el frío comienza a instalarse en nuestra piel y la altura nos impide llevar la respiración necesaria. Es toda una batalla contra la montaña, que aquí se muestra impasible. Pero nos da igual. Es lo que buscamos. Es lo que nos gusta.
Últimas curvas del puerto
Curvas que comienzan a mostrar neveros. Neveros que imponen respeto. Lagos que se muestran congelados. Estábamos haciendo cima. Estábamos venciendo a la montaña.
Neveros de más de 3 m
Unas nuevas curvas regatean el desnivel de la montaña. Al fondo, el lo alto, ya asoma el refugio. El contacto visual con el collado nos saca esas fuerzas de flaqueza que nunca sabes de donde salen. Rober aprieta los dientes, nos hemos quedado solos. Estamos sufriendo. Estamos disfrutando.
Lac d´Iserand
Una vez en lo alto, foto de rigor. Una cima de 2770 msnm no se asciende todos los días. Pero hay que apresurarse. El frío arrecia. Nada que ver con los 30 grados del valle, casi 2000 metros más abajo. Estábamos contentos.

Tocaba ahora descender por la misma vertiente pero... error. El exceso de confianza se paga caro. El chubasquero se quedó en la casa y bajar con el simple maillot empapado sería la ruina de mi viaje. Gracias que siempre me acompañaba la bandera de Torrijos. Esta es la que usé bajo mi maillot para proteger mi pecho del frío. Puedo decir literalemente que mi pueblo me salvó de un gran resfriado...
Col de l´Iserand, 2770m
La bajada es muy rápida, la noche se va echando encima y el descenso es muy largo. Debía soltar frenos y que mis casi 90kg hiciesen el resto. Picos de casi 80km/h. ¡Qué locura! Pero esto es también ciclismo...

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