viernes, 19 de agosto de 2016

Col de la Madeleine

Las previsiones del tiempo en estas altitudes pocas veces son certeras, lo que obliga a ser flexible con los planes estipulados inicialmente. Hasta el día de hoy, y ya iban siete, el sol había repetado, permaneciendo en lo alto junto a un cielo azul radiante. Demasiada estabilidad atmosférica para esta zona alpina.

Tocaba ahora luchar con la incertidumbre que las previsiones mostraban, tomando decisiones en las primeras horas de la mañana según se desayunaba asomando la cabeza por la ventana. Hoy ya, las nubes habían copado el cielo.
Col de la Madeleine
Las opciones propuestas para a jornada de hoy eran dos. Ascender el Col de la Roselland y el Col del Petit St Bernard desde la misma puerta de casa. O trasladarnos para afrontar la archiconocida Col de la Madeleine.

Aquí, la lluvia amenazaba, e incluso se hacía presente. Pero 40 km más al oeste, en la base de la Madeleine parecía no precipitar. Como buenas personas civilizadas, las opciones se sometieron a voto. 3 - 5 ganó la Madeleine.

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A primera hora de la mañana la expedición al completo se presentó en Feisson-sur-Isere dispuesto a afrontar la cara suave de esta montaña. La que quedaba más próxima a nuestro cuartel general.

Veinticinco kms de ascenso, con dos descansos más que evidentes. Descanso que bien justifican la diferencia con su hermana mayor. La del sur. La dura. La épica.
Col de la Madeleine, 1990 msnm
Sin tiempo ni espacio para calentar piernas, iniciamos el ascenso de los 1500m de desnivel hasta los casi 2000m en los que esta situado el paso.

El inicio, por un denso bosque, con rampas duras, y curvas de herradura; recuerdan por algún momento al Mortirolo italiano. Son seis kms iniciales que muestran su cara más agresiva.

Justo a la altura del desvío de Bonneval, la carretera suaviza el desnivel. A la vez que la lluvia amenaza con hacerse presente. Son ahora kms de descanso, tres para ser más exacto. El grupo marcha cómodo y unido. Rute y Lito ruedan por detrás sin prisas. Se trata de disfrutar.
Rodando en grupo
Poco antes de llegar a La Thuile el asfalto se endurece con garra. Las trompetas de guerra suenan en la grupeta y los pesos ligero se frotan las manos.

Unas curvas de herradura presentan la batalla. Aun quedan 10km para coronar. No es mi terreno y veo ganas de juerga, por lo que decido dejarme caer y subir a mi ritmo.

Por delante veo marchar a los "gorriones", por detrás había quedado Ramón. ¿Qué necesidad de rodar solo? Parada y en menos de un minuto llega a mi alcance el gran "Tremendo"
Con Ramón... qué crack!
Juntos afrontamos el resto de la subida. A la salida de Celliers. Por delante tenemos unos kms duros que se rebajan donde incluso es posible meter el plato para ganar tiempo.

Chorreras de agua caen a nuestra derecha mientras que el valle se abre para presentarnos un entorno glaciar desaparecido. Los últimos cuatro kms se presentan duros. Todo un órdago de la montaña al ciclista, que como buenos valientes lo quieren.

Unas curvas de herradura amplias dejan vistas alargadas desde las que controlar a todos los ciclistas que están atacando el ascenso. Allá se veían a algunos compañeros, mientras que sin darnos cuenta llegábamos a los últimos metros donde la montaña pare rendirse ante la insitencia y cabezonería de los ciclistas.
Cima de la Madeleine
Habíamos coronado. En lo alto, una grata sorpresa. Dos ciclistas veenían de dar la vuelta al muno, ya de camino a casa, en Burdeos, tras dos años fuera de ella. Miles de preguntas les avasallaban. Pero la real era ¿volvemos por el mismo lado o seguimos circular?

La lluvia no confirmó su presencia, por lo que la decisión final no animaba a continuar la ruta a pesar de tener que "llanear" mas de 60kms. Pero por otro lado, conoceríamos la vertiente famosa de este ascenso, aunque fuese en bajada.
Charlando con los aventureros
Saint-Francois-de-Longchap nos esperaba al otro lado. Estación invernal primero y localidad residencial segundo. Un descenso con asfalto impecable, donde apurar frenadas y soltar manetas era toda una tentación.
Pueblos floridos
Parada obligada para reponer líquidos y alguna que otra foto floreada haciendo honor a los carteles de las entradas de los pueblos franceses.

Una bajada muy rápida que nos dio algún pequeño susto y que confirmaba la dureza del ascenso por esta conocida cara. Casi sin darnos cuenta, habíamos llegado a la localidad de Le Chambre, en el fondo del valle.

Quedaba ahora rodar durante 60km por carreteras secundarias por los correderos de los valle con algunas aproximaciones a la ladera que rompían el ritmo del grupo con pequeñas tachuelas que hacían dolor en las piernas.
St-Francois-de-Longchamp
La Chapelle. Algentine. La Muraz. Tres tachuelas aparentemente inexistentes que desconcertaron la concentración y el buen rodar del grupo.

Con este último, el más duro de los tres, nos introdujimos en el valle de Alberville, ahora si con llano cuasiprefecto donde rodamos en bloque indisoluble.

En Albertville, cruzando sus calles, salimos de nuevo para introducirnos en el valle inicial del ascenso. Habíamos conseguido llegar al inicio del recorrido más dispersados de lo que nos hubiese gustado.
¡¡¡Tanta bici, tanta bici...!!!
Recogida de bicis y camino al cuartel general donde las nubes se habían disipado por completo. Ahora una nueva decisión... ¿Subimos uno de los dos o nos quedamos descansando?

Rober fue tajante y puso en evidencia su ya típica frase: "¡Tanta bici, tanta bici...!"

Pues sí, "tanta bici, tanta bici..." que algunos decidimos quedarnos a comer tranquilamente en casa, echarnos una siesta para posteriormente bajar al pueblo a tomar unas cervecitas ricas, ricas... Que para eso estábamos de vacaciones.... ¡¡¡Tanta bici, tanta bici...!!!


Otra parte de la expedición decidió comer rápido y hacer el Petit St Bernard... ¿Envidia? Un poco, sí... Pero había que elegir... Y luchar un poco por la "combinada"...

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