A la mañana siguiente el cuerpo no amaneció todo lo descansado que hubiera gustado. Tocaba día de traslado definitivo a los Alpes.
De nuevo cargar los coches, con todo lo que ello conllevaba. Cada día, las maletas y las bicis, cual nivel de tetris, iban mejorando en tiempo y espacio.
Un desayuno a modo botellón, con deliciosos croasanes comprados en el súper, dieron por concluida nuestra estancia en esta bonita localidad de Maluacene.
Lago Serre-Ponçon, desde Savines-le-Lac |
La parada para el almuerzo la realizamos en Savines-le-Lac. Todo un acierto. El lago de Serre-Ponçon es realmente impresionante, y se presenta como la puerta de entrada definitiva a los Alpes.
Allí compraríamos la comida para realizar un breve picnic a orillas del lago. Un gran momento para charlar mientras disfrutábamos de las vistas y, algunos valientes, incluso del baño que ofrecían estas bellas y gélidas aguas.
Desayuno a lo botellón, en Malaucene |
Tras la recogida de llaves y la acomodación de nuestras pertenencias. Todos necesitábamos desentumecer las piernas del viaje. Un grupo decidió subir el liviano puerto de Lautaret mientras que el resto tomamos la opción de visitar el casco histórico de Briançon.
Entrando en el casco histórico de Briançon |
LA MARMOTTE
Al día siguiente, ya con las fuerzas recuperadas, nos preparamos para afrontar lo que iba a ser la etapa reina del viaje. ¿Para qué esperar más?
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En el traslado en coche hasta el alto de Lautaret se percibía tanto entusiasmo como precaución. Las ilusiones permanecían intactas a pesar del frío aterrador instalado en lo alto del collado. Nos esperaban por delante cinco míticas ascensiones. Cinco colosos de los alpes. Cinco.
Grafitti de Sergio, de camino a Lautaret |
El col de Lautaret ofrecía vistas espectaculares. Lenguas glaciares, valles abiertos, prados extensos... Una carretera que ascendía con suavidad, otra que descendía en zigzag. Sería, está última, los kms finales de la jornada de hoy que bajaban desde el puerto del Galibier. Pero para ello quedaba aún mucho todavía.
Glaciar de Lautaret |
Mizoen, desde el Lac du Chambon |
Con sus veintiuna curvas; la carretera, ancha y en perfecto estado, serpentea la ladera de la montaña para conseguir el acceso a la estación invernal de Huez.
Veintiuna curvas que homenajean a cada uno de los valerosos campeones que han conquistado su cima. Veintiuna revueltas que abandonan el valle en busca de la gloria. Veintiún descansos que aliviarán las piernas en el duro ascenso.Veintiuna, ni más ni menos.
Curvas con descanso. |
Por delante, 13 kilómetros que en pocas veces bajará del 8%. Lineal, constante; con el único descanso de la piedad de sus curvas. Pero el ascenso es místico y bello. Un museo de la historia del ciclismo abierto a todos los que osen desafiarlo. Iban Mayo en la 20º, Carlos Santre en la 17º... Pantani en la 3º... Gianni Bugno, Fausto Coppi. Los pelos como escarpias.
Curva de Carlos Sastre |
Tras pasar la villa de Huez solo nos quedarán cuatro kilómetros hasta la cima. Un poco más adelante, el camino se bifurca, pero unos carteles nos indican el camino correcto para los ciclistas.
Últimas curvas |
Pero no era suficiente, queríamos continuar hasta lo más alto. No era problema, poco más arriba de un kilómetro, el asfalto desaparece a favor de una pista de grava. Habíamos llegado hasta lo más alto de Alpe d´Huez.
Podium |
Valle de Oisans |
Tal vez el menos afamado de todos los puertos de la jornada de hoy, pero no por ello menos respetable. Sus primeros kilómetros junto al lago resultan muy suaves. Casi necesarios después de la rápida bajada de Huez.
Presa del Lac Verney |
Seis kilómetros de indecente ascenso que culminan en la localidad de La Riviere d´Allemond; donde un suave llano alivia nuestras piernas Llano, que incluso pasa a transformarse en un corto y rápido descenso para cruzar el cauce y retomar de nuevo la subida en la otra vertiente del río.
Llegando a Riviere d´Allemond |
La orografía cambia y el bosque desaparece a la vez que las temperaturas descienden. Estamos en el paso de un estrecho desfiladero que nos deja la firma del mayor susto de la jornada, y del viaje. Una roca venida de Dios sabe dónde, golpea con violencia el asfalto, peligrosamente cerca de Rute, y rueda hacia el resto del grupo que ´in extremis´ conseguimos sortear.
Lac du Gran Maison |
El llegar a la orilla del Lac du Gran Maison nos permitía volver a recuperar fuerzas gracias al descenso de desnivel en este pequeño sector del ascenso. Incluso encontraríamos una pequeña bajada que nos enfilaba directos al último tramo de este irregular ascenso.
A punto de coronar Glandon, vista hacia atrás |
Pasaremos de largo este desvío para conseguir esta inusual cima. El col du Glandon.
Col du Glandon |
Col y refugio del Glandon, desde la Coix de Fer |
La cruz de hierro que da nombre a este paso, se levanta indiferente a las variaciones atmosféricas. Firme. Orgullosa de su presencia.
La Croix de Fer 2064 msnm |
El descenso hasta la primera población de paso, permite una bajada rápida con varias curvas de herradura que nos obligan a prestar especial atención a nuestros frenos.
Las vistas que nos regala esta vertiente también son a tener en cuenta. Un lago y tres puntas puntiagudas en el horizonte llaman nuestra atención.
Atención, que poco a poco va pidiendo presencia en el asfalto. Botoso, parcheado, irregular. Un descenso que obliga a abusar de los frenos mientras que dejamos conocidas estaciones de sky a nuestra izuierda como Le Mollard o La Tousuire.
Bajada de Croix de Fer |
Una vez en Saint-Jean-de-Mauriene, el objetivo principal es encontrar un sitio donde comer sin entretenernos en demasía. Algunos optaron por entrar en el súper y hacerse unos bocadillos. Otros fuimos abducidos por la M de McDonals que vimos a lo alto, al final de una larga avenida. Error.
Mi cuerpo pedía alimento y líquido desde hacía tiempo. Y así se lo entregué, sin pensar en lo que nos quedaba aún por delante.
En menos de una hora ya estábamos subidos sobre la bici. A más de treinta grados de temperatura, rodábamos por el valle los 12 kms que nos separaban de Saint-Michel-de-Mauriene; punto de inicio del ascenso al Col du Telegraphe.
En el puerto el calor fue disipado gracias a la umbría de la cara norte y por estar la ladera poblada de un denso bosque que permitía el paso justo de rayos de sol. A Dios gracias por este pequeño-gran detalle.
Pero mi cuerpo no se sentía cómodo. Sudores, piernas pesadas, incomodidad de pedaleo. Sensaciones raras. Además, el bosque cerrado no ayudaba a distraer la mente con vistas del valle o la montaña.
A pesar de sus 12 km al 7%, no debería ser un puerto complicado... a no ser que hayas comido BigMac, unas patatas Deluxe, una Coca-Cola de casi un litro y un Mc Flury con M&Ms. ¡¡¡Globero!!!
Col du Telegraphe |
Lejos de motivarme por este hecho, mi mente se vino abajo. Echaba cuentas del tiempo de sol que quedaba, los km de ascenso y la media de velocidad que había realizado en este último puerto... Y el resultado era... Que llegaría de noche a la cima.
Sumido en estos pensamientos, descendimos los 5km hasta Valloire.
Recta entre Bonnenuit y Plan Lanchat, Galibier |
- No te vamos a dejar tirado, More.
No sirvió de nada insistir. En mi cabeza comparaba el sufrimiento del puerto anterior con este. 5km más largo y con el mismo desnivel medio. Apabullante para mi motivación.
No quedaba otra. Era esta opción o... esta opción. Así pues, resignado, iniciamos el último ascenso.
El caso fue que, los primeros 5km resultaron realmente suaves en desnivel, casi rodadores con porcentajes del 2-3%. Eso ya me dejaba con un poco más de autoconfianza y tiempo ganado a la luz.
Si a ello, le sumamos que la digestión parecía estar acabando; las sensaciones mejoraron.
Plan Lachat |
Eso, y que el paisaje ayudaba a olvidar el esfuerzo físico, me permitió mantener el tipo sin dejarme la minutada que había calculado con mis compañeros.
Anocheciendo en el Galibier |
El sol comenzaba a caer, la sombra y altitud permitía recuperar una temperatura agradable. Esto también ayudó bastante. Para entonces, nos encontrábamos en Plan Lachat. Tocaba zigzaguear sobre la ladera. La carretera incrementaba su dureza, pero quedaba compensado por el aumento moral que da el rodar con curvas de herradura.
La carretera se eleva sobre el valle |
Miraba de reojo de nuevo los hitos con cabeza rubia. Cuatro kilómetros a la cima. Ahora podíamos levantar la mirada y buscar el paso con nuestra propia mirada.
- ¿¡Allí arriba!?
- Sí, allí arriba.
- Demasiado alto para los pocos kms que quedan, ¿no?
- Ufff, pues imagina el desnivel.
Mis pensamientos casi habían creado una doble personalidad. Tal vez por el esfuerzo acumulado de toda la jornada o simplemente por la falta de oxígeno debido a la altura en la que nos encotrábamos. Pero esto, estaba echo.
Halo rosáceo-anaranjado sobre las cimas, atardecer. |
Un halo rosáceo-anaranjado esculpía las siluetas recortadas del horizonte. Quedaban pocos minutos de luz, pero no era de noche. Miraba a todos lados, era espectacular el color que tomaban las montañas a estas horas del día.
Último kilómetro, el túnel abre una puerta para los arrepentidos y da paso al otro lado de la montaña, liberándote de algunos minutos de suplicio. Pero no. Había que hacer cima. Y ojo como se presentaban estos últimos metros hasta ella. Desafiantes. Dolorosos. Toda una provocación de la montaña al ciclista, que se veía conquistada.
Neveros en los últimos kilómetros |
Solo quedaba descender por la carretera que 13 horas antes, 180km después y 5200m de desnivel acumulado posterior, habíamos divisado en la mañana desde el Col de Lautaret. Punto donde nos esperaban los coches para llevarnos de vuelta a casa.
Col du Galibier |
Descenso hacia Col du Lautaret |
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