miércoles, 3 de agosto de 2016

Alpe d´Huez, Col du Glandon, Croix de Fer, Col du Telegraphe y Col du Galibier

TRASLADO MALAUCENE - BRIANÇON

A la mañana siguiente el cuerpo no amaneció todo lo descansado que hubiera gustado. Tocaba día de traslado definitivo a los Alpes.

De nuevo cargar los coches, con todo lo que ello conllevaba. Cada día, las maletas y las bicis, cual nivel de tetris, iban mejorando en tiempo y espacio.

Un desayuno a modo botellón, con deliciosos croasanes comprados en el súper, dieron por concluida nuestra estancia en esta bonita localidad de Maluacene.
Lago Serre-Ponçon, desde Savines-le-Lac
El traslado hasta Briançon nos llevaría casi cuatro horas de coche, más paradas. Pero no había problema. El paisaje comenzaba a ondularse, como si de una carta de presentación se tratase. El barranco y las playas fluviales que producía el río L´Eygues, nos permitía distraernos del viaje.

La parada para el almuerzo la realizamos en Savines-le-Lac. Todo un acierto. El lago de Serre-Ponçon es realmente impresionante, y se presenta como la puerta de entrada definitiva a los Alpes.

Allí compraríamos la comida para realizar un breve picnic a orillas del lago. Un gran momento para charlar mientras disfrutábamos de las vistas y, algunos valientes, incluso del baño que ofrecían estas bellas y gélidas aguas.
Desayuno a lo botellón, en Malaucene
Tras la obligada parada seguiríamos nuestro camino hasta Briançon. En busca de los modestos apartamentos Bois des Coqs, situados en la pedanía de Saint Chaferi.

Tras la recogida de llaves y la acomodación de nuestras pertenencias. Todos necesitábamos desentumecer las piernas del viaje. Un grupo decidió subir el liviano puerto de Lautaret mientras que el resto tomamos la opción de visitar el casco histórico de Briançon.
Entrando en el casco histórico de Briançon
El día concluyó con el ´chef´ Rute alegrando nuestro paladares con sus buenos quehaceres en la cocina.

LA MARMOTTE

Al día siguiente, ya con las fuerzas recuperadas, nos preparamos para afrontar lo que iba a ser la etapa reina del viaje. ¿Para qué esperar más?


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En el traslado en coche hasta el alto de Lautaret se percibía tanto entusiasmo como precaución. Las ilusiones permanecían intactas a pesar del frío aterrador instalado en lo alto del collado. Nos esperaban por delante cinco míticas ascensiones. Cinco colosos de los alpes. Cinco.
Grafitti de Sergio, de camino a Lautaret
Colosos que siempre habíamos visto por la tele a vista de pájaro las tardes de verano tumbados en el sofá. Y  que ahora los veíamos ahí, con nuestros propios ojos, a pie de cañón. Esto nos imprimía, ante todo, mucho respeto por lo que nos esperaba en la jornada de hoy.

El col de Lautaret ofrecía vistas espectaculares. Lenguas glaciares, valles abiertos, prados extensos... Una carretera que ascendía con suavidad, otra que descendía en zigzag. Sería, está última, los kms finales de la jornada de hoy que bajaban desde el puerto del Galibier. Pero para ello quedaba aún mucho todavía.
Glaciar de Lautaret
Todos preparados. De inicio, 36 km en descenso hasta el valle de Oisans. Cruzaríamos varios túneles que salvaban diferentes accidentes geográficos, bellas poblaciones situadas en enclaves inverosímiles, desvíos de carretera por avalanchas del duro invierno, una imponente cascada... Casi sin darnos cuenta habíamos llegado al Lac du Chambon. Un bonito punto y seguido en nuestro descenso.
Mizoen, desde el Lac du Chambon
Desde aquí, el valle se abre en sus últimos kms antes de concluir el descenso. Ya abajo, cuatro rectilíneos kms nos esperaban para poner a punto nuestras piernas de camino a Bour d´Oisans; inicio oficial del puerto más mediático de la ronda gala. El Alpe d´Huez.

Con sus veintiuna curvas; la carretera, ancha y en perfecto estado, serpentea la ladera de la montaña para conseguir el acceso a la estación invernal de Huez.

Veintiuna curvas que homenajean a cada uno de los valerosos campeones que han conquistado su cima. Veintiuna revueltas que abandonan el valle en busca de la gloria. Veintiún descansos que aliviarán las piernas en el duro ascenso.Veintiuna, ni más ni menos.
Curvas con descanso.
Así, sin más, sumidos en nuestros pensamientos, el ascenso comienza sin previo aviso. Las rampas más duras se acumulan en estos primeros kilómetros, obligándote a despertar del letargo sí... o sí. Esta inicial estocada de dos dígitos, nos permite darnos cuenta de que esto va en serio.

Por delante, 13 kilómetros que en pocas veces bajará del 8%. Lineal, constante; con el único descanso de la piedad de sus curvas. Pero el ascenso es místico y bello. Un museo de la historia del ciclismo abierto a todos los que osen desafiarlo. Iban Mayo en la 20º, Carlos Santre en la 17º... Pantani en la 3º... Gianni Bugno, Fausto Coppi. Los pelos como escarpias.
Curva de Carlos Sastre
El valle de Oisans va quedando bajo nuestros pies, la estampa es idílica mires donde mires. A lo lejos, de cerca, hacia arriba, para abajo... La subida es muy agraciada a nivel mental. Lo que ayuda inevitablemente al esfuerzo físico.

Tras pasar la villa de Huez solo nos quedarán cuatro kilómetros hasta la cima. Un poco más adelante, el camino se bifurca, pero unos carteles nos indican el camino correcto para los ciclistas.
Últimas curvas
Los carteles de Alpe d´Huez (hermanada con la vecina italiana Bormio) nos informan de nuestra llegada a la estación. Allí nos espera un podium para justificar nuestro primer objetivo de hoy.

Pero no era suficiente, queríamos continuar hasta lo más alto. No era problema, poco más arriba de un kilómetro, el asfalto desaparece a favor de una pista de grava. Habíamos llegado hasta lo más alto de Alpe d´Huez.
Podium
La bajada la realizaremos por el mismo camino, pero con atención para pasarnos la villa de Huez y coger el desvío hacia Villard-Reculas. Tomaremos una carretera botosa, poco cuidada, que faldeará la loma hasta el Pas de la Confession. Paso que nos regala unas vistas espectaculares del Valle de Oisans, antes de iniciar un rápido descenso hasta el Lac du Verney.
Valle de Oisans
De nuevo nos encotrábamos en lo más profundo del valle. Junto al lago artificial de Verney, donde se halla la localidad de Allemond. Es éste el punto de inicio para el siguiente coloso de la jornada. El Col du Glandon.

Tal vez el menos afamado de todos los puertos de la jornada de hoy, pero no por ello menos respetable. Sus primeros kilómetros junto al lago resultan muy suaves. Casi necesarios después de la rápida bajada de Huez.
Presa del Lac Verney
Pero pronto el valle se encajona, el bosque nos esconde y la humedad aparece. Un ascenso rectilíneo, tortuoso. El rosario de ciclistas que ruedan sobre su asfalto parecen ser copias unos de otros. Mirada al suelo, pedaleo lento y goteo continuo de sudor sobre el manillar.

Seis kilómetros de indecente ascenso que culminan en la localidad de La Riviere d´Allemond; donde un suave llano alivia nuestras piernas Llano, que incluso pasa a transformarse en un corto y rápido descenso para cruzar el cauce y retomar de nuevo la subida en la otra vertiente del río.
Llegando a Riviere d´Allemond
La velocidad tomada con la inercia de esta pequeña bajada, pronto quedará neutralizada por duras rampas que parecen aliadas con fuertes campos magnéticos. Un nuevo paso por el cauce endurece el ascenso de manera puntual.

La orografía cambia y el bosque desaparece a la vez que las temperaturas descienden. Estamos en el paso de un estrecho desfiladero que nos deja la firma del mayor susto de la jornada, y del viaje. Una roca venida de Dios sabe dónde, golpea con violencia el asfalto, peligrosamente cerca de Rute, y rueda hacia el resto del grupo que ´in extremis´ conseguimos sortear.
Lac du Gran Maison
Estábamos tomando las últimas curvas para ganar altura suficiente que nos permitiese divisar el magnifico lago que represaba un antiestético dique que guardaba las aguas del deshielo.

El llegar a la orilla del Lac du Gran Maison nos permitía volver a recuperar fuerzas gracias al descenso de desnivel en este pequeño sector del ascenso. Incluso encontraríamos una pequeña bajada que nos enfilaba directos al último tramo de este irregular ascenso.
A punto de coronar Glandon, vista hacia atrás
Ya con el lago a nuestras espaldas, los dos últimos kilómetros se hacen largos. Dureza ayudada por el viento, que en esta ocasión soplaba de cara. El refugio del Glandón queda a escasos 500m de su cima, protegido de las adversidades climatológicas y guardando el desvío hacia la Croix de Fer.
Pasaremos de largo este desvío para conseguir esta inusual cima. El col du Glandon.
Col du Glandon
No caeremos hacia la otra vertiente de esta mole de casi 2000m. Sí volveremos sobre nuestros pasos hasta el cruce del refugio para asumir los tres kilómetros extra, que nos permitirán sumar una cima más a nuestro medallero. Cima que ya que supera, por poco, los 2000m de altura. Estamos hablando de la Croix de Fer.
Col y refugio del Glandon, desde la Coix de Fer
Tres kilómetros que resultan suaves, cómodos y agradables. Desde los 2064m de este hermano mayor, podemos incluso divisar la cima anterior. Los paisajes que desde estas alturas se observan son impresionantes.

La cruz de hierro que da nombre a este paso, se levanta indiferente a las variaciones atmosféricas. Firme. Orgullosa de su presencia.
La Croix de Fer 2064 msnm
Las horas sobre la bicicleta empezaban a notarse, y el cuerpo pedía un poco de clemencia. Comida, líquidos. Necesitábamos hacer una pausa para reponer energías. No lo hicimos en el Glandon, tampoco en la Croix de Fer. Sí lo haríamos en Saint-Jean-de-Maurienne. En el fondo del valle.

El descenso hasta la primera población de paso, permite una bajada rápida con varias curvas de herradura que nos obligan a prestar especial atención a nuestros frenos.

Las vistas que nos regala esta vertiente también son a tener en cuenta. Un lago y tres puntas puntiagudas en el horizonte llaman nuestra atención.

Atención, que poco a poco va pidiendo presencia en el asfalto. Botoso, parcheado, irregular. Un descenso que obliga a abusar de los frenos mientras que dejamos conocidas estaciones de sky a nuestra izuierda como Le Mollard o La Tousuire.
Bajada de Croix de Fer
Un túnel da paso a un cambio de asfalto, que permite soltar el freno y por consiguiente, disfrutar definitivamente de la bajada. Entre medias, un par de repechos de no más de un kilómetro, rompen este largo descenso de casi 30 km.

Una vez en Saint-Jean-de-Mauriene, el objetivo principal es encontrar un sitio donde comer sin entretenernos en demasía. Algunos optaron por entrar en el súper y hacerse unos bocadillos. Otros fuimos abducidos por la M de McDonals que vimos a lo alto, al final de una larga avenida. Error.

Mi cuerpo pedía alimento y líquido desde hacía tiempo. Y así se lo entregué, sin pensar en lo que nos quedaba aún por delante.

En menos de una hora ya estábamos subidos sobre la bici. A más de treinta grados de temperatura, rodábamos por el valle los 12 kms que nos separaban de Saint-Michel-de-Mauriene; punto de inicio del ascenso al Col du Telegraphe.

En el puerto el calor fue disipado gracias a la umbría de la cara norte y por estar la ladera poblada de un denso bosque que permitía el paso justo de rayos de sol. A Dios gracias por este pequeño-gran detalle.

Pero mi cuerpo no se sentía cómodo. Sudores, piernas pesadas, incomodidad de pedaleo. Sensaciones raras. Además, el bosque cerrado no ayudaba a distraer la mente con vistas del valle o la montaña.

A pesar de sus 12 km al 7%, no debería ser un puerto complicado... a no ser que hayas comido BigMac, unas patatas Deluxe, una Coca-Cola de casi un litro y un Mc Flury con M&Ms. ¡¡¡Globero!!!
Col du Telegraphe
Arriba, llegué empapado de sudor. Pálido. Parecía enfermo. Y esto solo era un aperitivo de lo que realmente quedaba por delante. La cima estrella de la jornada. Le Grand Galibier.

Lejos de motivarme por este hecho, mi mente se vino abajo. Echaba cuentas del tiempo de sol que quedaba, los km de ascenso y la media de velocidad que había realizado en este último puerto... Y el resultado era... Que llegaría de noche a la cima.

Sumido en estos pensamientos, descendimos los 5km hasta Valloire.
Recta entre Bonnenuit y Plan Lanchat, Galibier
- Chicos, vosotros tirad y no me esperéis. Ya llegaré yo a mi ritmo. Y si no llego, volvéis con el coche a por mí hasta donde llegue.

- No te vamos a dejar tirado, More.

No sirvió de nada insistir. En mi cabeza comparaba el sufrimiento del puerto anterior con este. 5km más largo y con el mismo desnivel medio. Apabullante para mi motivación.

No quedaba otra. Era esta opción o... esta opción. Así pues, resignado, iniciamos el último ascenso.

El caso fue que, los primeros 5km resultaron realmente suaves en desnivel, casi rodadores con porcentajes del 2-3%. Eso ya me dejaba con un poco más de autoconfianza y tiempo ganado a la luz.

Si a ello, le sumamos que la digestión parecía estar acabando; las sensaciones mejoraron.
Plan Lachat
Desde la última localidad del valle, Bonnenuit, hasta Plan Lachat, donde la carretera abandona el cauce del río y comienza a elevarse sobre la falda de la montaña; se extiende una larga recta de casi 4 km abiertos donde mantenía una referencia visual con el grupo que me permitió aumentar mi confianza. Aquí el desnivel se endureció de manera considerable, pero aún seguía siendo asumible.

Eso, y que el paisaje ayudaba a olvidar el esfuerzo físico, me permitió mantener el tipo sin dejarme la minutada que había calculado con mis compañeros.
Anocheciendo en el Galibier
La señalización horizontal, a modo de mojones con la "coronilla" amarilla, iban informando de los kms restantes a la cima y el porcentaje medio de cada sector kilométrico. Volvía a hacer cálculos y estos mejoraban los anteriores.

El sol comenzaba a caer, la sombra y altitud permitía recuperar una temperatura agradable. Esto también ayudó bastante. Para entonces, nos encontrábamos en Plan Lachat. Tocaba zigzaguear sobre la ladera. La carretera incrementaba su dureza, pero quedaba compensado por el aumento moral que da el rodar con curvas de herradura.
La carretera se eleva sobre el valle
Así, casi sin darme cuenta, estábamos junto al cartel homenaje a Marco Pantani. Las agujas puntiagudas de las cimas hipnóticas parecían más cercanas. Un cambio de valle, ahora más extenso, aparecía ante nuestros ojos.

Miraba de reojo de nuevo los hitos con cabeza rubia. Cuatro kilómetros a la cima. Ahora podíamos levantar la mirada y buscar el paso con nuestra propia mirada.

- ¿¡Allí arriba!?
- Sí, allí arriba.
- Demasiado alto para los pocos kms que quedan, ¿no?
- Ufff, pues imagina el desnivel.

Mis pensamientos casi habían creado una doble personalidad. Tal vez por el esfuerzo acumulado de toda la jornada o simplemente por la falta de oxígeno debido a la altura en la que nos encotrábamos. Pero esto, estaba echo.
Halo rosáceo-anaranjado sobre las cimas, atardecer.
El frío empezó a conquistar mi cuerpo. El sol había desaparecido por completo y los neveros en las cunetas de la carretera no ayudaban a mitigar esta sensación.

Un halo rosáceo-anaranjado esculpía las siluetas recortadas del horizonte. Quedaban pocos minutos de luz, pero no era de noche. Miraba a todos lados, era espectacular el color que tomaban las montañas a estas horas del día.

Último kilómetro, el túnel abre una puerta para los arrepentidos y da paso al otro lado de la montaña, liberándote de algunos minutos de suplicio. Pero no. Había que hacer cima. Y ojo como se presentaban estos últimos metros hasta ella. Desafiantes. Dolorosos. Toda una provocación de la montaña al ciclista, que se veía conquistada.
Neveros en los últimos kilómetros
Y ahí estaban. Mis compañeros. Esperando. A pesar de la ventisca que se había instalado en el collado. De las gélidas sensaciones térmicas que allí había. Lo habíamos conseguido.

Solo quedaba descender por la carretera que 13 horas antes, 180km después y 5200m de desnivel acumulado posterior, habíamos divisado en la mañana desde el Col de Lautaret. Punto donde nos esperaban los coches para llevarnos de vuelta a casa.
Col du Galibier
La noche se echaba encima. El frío consiguió penetrar en nuestros huesos. Una bajada incómoda por la falta de luz y temperatura. Pero el reto principal del viaje estaba conseguido.
Descenso hacia Col du Lautaret
Nunca antes había agradecido tanto la calefacción de un coche. Gracias chicos.



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