domingo, 4 de mayo de 2014

Pedales de Lava (E3): Caleta de Famara-Playa Blanca (78km - 1005m d+)

Recorreremos hoy la etapa que justifica por completo la ruta que estamos llevando a cabo por tierras "conejeras". La Pedales de Lava llegaba a su verdadero territorio, al Parque Nacional de Timanfaya.



Dentro de este parque se hallan numerosos volcanes que entraron en actividad por última vez en 1824, a penas hace menos de dos siglos. Hoy en día, aún se mantiene la actividad volcánica existiendo diferentes puntos de calor donde se pueden alcanzar hasta hasta los 600ºC a menos de 10 metros bajo tierra.
Entrada al PN de Timanfaya.
Pero no será este el único espacio protegido por el que transitaremos hoy; al Parque Nacional de Timanfaya, habrá que añadirle el Parque Natural de los Volcanes (que rodea a Timanfaya) y el Parque Natural del Archipiélago Chinijo, por donde comienza nuestra jornada de hoy.

Los primeros, y tranquilos, kilómetros por la costa de la Punta Penedo, permiten a nuestra vista disfrutar de los terrenos protegidos de este espacio natural que abarca las islas Graciosa, Alegranza, Roque del Oeste; los monumentales riscos de Famara y la vega de Soo.
Vega de Soo.
En los primeros kilómetros el camino se separa ligeramente de la costa para acercarnos a algunas de las calderas de esta vega de Soo. Rápidamente volveremos a recuperar la línea de costa para continuar rodando junto al tranquilo mar.

Un entramado de caminos y pistas se cruzan e intentan despistarnos de nuestro trazado original. Pero no hay pérdida, debemos mantenernos paralelos al intenso azul que siempre nos acompaña a nuestra derecha.
Tramo arenoso.
El piso en esta zona de la isla es muy arenoso, y por momentos parece ganarle la partida a las incómodas rocas volcánicas. Esto nos permite mantener un rodaje muy sencillo, cómodo y alegre.

Pronto llegaremos al primer núcleo urbano de la jornada, Caleta de Caballo. Una pequeña y bonita aglomeración de casas encaladas que dirigen su atenta mirada al mar.
Caleta de Caballo
De nuevo, el carácter camaleónico de la isla vuelve a hacer acto de presencia. Tras cruzar esta pequeña población, son ahora las piedras volcánicas las que piden su protagonismo en contra de la arena que poco a poco va cediendo terreno a favor de la roca magmática.

Vamos camino del gran centro deportivo La Santa Sport a la vez que salimos definitivamente del Parque Natural del Archipiélago Chinijo. La ancha pista, se transforma en un divertido y estrecho sendero que serpentea entre las incómodas rocas negras. Parecemos estar en un lugar completamente diferente al de pocos kilómetros atrás.
La roca volcánica pide su protagonismo
Una vez próximos a este macrocomplejo deportivo, nos desviamos para rodar por La Isleta; una pequeña apéndice de tierra que se adentra en el mar a modo de micropenínsula por la que observamos a cantidades de deportistas corriendo por sus deshabitadas calles.

Volveremos a la isla por un adecentado puente para dirigirnos al núcleo de La Santa. Poco a poco la lava va conquistando su terreno de manera ya casi exclusiva.
La lava gana su partida.
Un rápido paso por las calles de La Santa, donde a penas nos detenemos, nos sitúa directos en un tramo técnico donde definitivamente la arena ha cedido su terreno a la lava. Coincidiré además con un grupo de ciclistas que me amenizarán estos kilómetros donde compartiré conversación con alguno de ellos. Un grupo de siete tinerfeños que también están haciendo "La Pedales".
Incómodo sendero de roca volcánica.
Pronto el trazado nos da un respiro, sacándonos de esta irregular zona técnica, para colocarnos sobre un adecentado camino por donde asoma la Montaña Bermeja. Un peculiar cono volcánico situado en la misma línea de costa que por su ladera al marítima ha sido erosionado de forma natural, y de manera artificial (a modo de cantera de picón) por su cara terrestre.
Montaña Bermeja
Unas nuevas zonas técnicas, por pequeños acantilados, pondrán a prueba nuestra habilidad sobre la bicicleta. Tambíén se pondrá a prueba nuestra fuerza de voluntad que nos obliga a dejar de disfrutar del bello horizonte a cambio de centrar nuestra atención en el complicado terreno por el que rodamos.

La presencia de los momentáneos compañeros tinerfeños me ayudó para intentar hacer el tramo completo sobre la bici.
Compañeros tinerfeños.
Llevábamos 19km de ruta y tocaba despedirse definitivamente del dios Neptuno para entrar en territorio de Vulcano, curiosamente sin presencia alguna de Eolo.

El duro inicio de este ascenso comenzaba con la imponente presencia del volcán Teneza ante nuestro ojos. Las conversaciones con los momentáneos compañeros canarios dejaron poco a poco paso a los jadeos de esfuerzo, pero siempre aderezados con una bellas imágenes difíciles de olvidar.
Volcán Teneza.
La pendiente suaviza a la vez que nos adentrarnos en peculiares campos de cultivo, próximos a la localidad de Tinajo. Mires hacia donde mires, observarás un conjunto de muros protectores de viento, entrelazados entre campos negros de ceniza volcánica colocada inteligentemente sobre tierra fértil para retener la humedad de los vientos aliseos. Un curioso contraste, este que producen los tonos combinados entre negros y verdes.
Campos de cultivo entre cenizas.
Aún quedaría un último esfuerzo para llegar hasta lo más alto del primer ascenso de la jornada, que nos dejará en las proximidades de la localidad de Mancha Blanca. Es esta la población que hace de puerta para adentrarnos en el segundo espacio protegido de hoy, el Parque Natural de los Volcanes.
Parque Nacional de los Volcanes
Estamos a 26 kilómetros del inicio de la ruta de hoy cuando una lengua de lava irrumpe brutalmente en el paisaje. En este momento, desaparecen todo tipo de cultivos, construcciones y cualquier intento de vida que se precie.

El sendero que se adentra en este inhóspito lugar, nos permite aproximarnos hasta algunas de las viejas calderas de la isla como son las de Calderona y Caldera Blanca.

La sensación de rodar por este terreno me traslada a mis cercanos Montes de Toledo cuando cruzamos momentaneamente algún canchal de piedras sueltas; hoy negras. Es como rodar por una vía de tren sin traviesas.

Pero todo tiene su recompensa. Este incómodo, pero único sendero, nos deja a las puertas de la caldera de una de sus montañas. Es curiosa la sensación que se percibe desde aquí; sintiéndote de alguna manera, como si estuvieses literalmente dentro de un volcán.
Caldera de la Calderona.
El camino ha tomado altura y malpaís de lava ha desaparecido, quedando a alturas inferiores. Esto es debido a que estos viejos conos volcánicos por los que transitamos no son los responsables de estas lavas, si no que pertenecen a los jóvenes volcanes del cercano Timanfaya.

Iniciamos el rápido descenso por caminos hasta llegar a la altura tomada por las lavas y volver a rodearnos de este peculiar fenómeno.

Descendiendo hacia el mar de lava.
Una vez en las cotas bajas, próximos al mar, empezamos un nuevo sector.

Seguramente sea el tramo más duro de todos los 300km de la ruta. El camino se abre paso entre el magma solidificado que se levanta a ambos lados. El viento no consigue aparecer para refrigerar nuestro cuerpo en este duro y caluroso ascenso hasta la carretera que une Yaiza con Mancha Blanca.

El Parque Nacional queda a escasos metros por donde transitamos y su calor interno se hace notar. Es lo más cercano a estar en el infierno.

Las gotas de sudor recorrían mis mejillas para detenerse en el mentón y suicidarse contra el manillar de la bici. Un goteo continuo y desesperante que me evadía del disfrute por momentos. Fue el peor tramo. Pero nadie dijo que esto fuese un paseo.
Tramo del "infierno"
Cinco kilómetros eternos que acabaron en el asfalto que nos conducía directos a la entrada del Parque Nacional. La subida no había concluido pero las nubes ayudaron con su acto de presencia y el asfalto aligeró mi marcha. Estaba rodando por Timanfaya, lugar especialmente protegido por el que solo se puede circular por las carreteras si no tienes permisos especiales.
Carretera de Timanfaya.
Había estado muy cerquita del infierno. Ahora tocaba coronar por asfalto muy próximos al monumento natural de la Montañas de Fuego. Los colores ocres y rojizos decoraban estas impresionantes elevaciones que solo pueden ser visitadas en camello o en bus.

Una vez en lo más alto, descansaremos descenciendo hasta Yaiza por la carretera que se abre paso indiferente al mar de lava creado por estas jovencísimas montañas volcánicas.
Descendiendo hacia Yaiza.
Es el km 45 y necesitaremos reponer fuerzas y recuperar líquidos. Es por eso que en Yaiza podemos hacer nuestra parada. Un breve paseo por sus calles aprovechando la sombra proporcionada por las nubes, que ya confirmaban su presencia, me permitió conocer la localidad antes de detener la marcha en uno de sus bares.
Descansando en Yaiza.
Tras el descanso saldremos en leve ascenso para faldear por la base de la montaña de la Cinta y poder observar la localidad de Yaiza desde cierta perspectiva. Tras ella, las Montañas de Fuego de Timanfaya establecen un horizonte siempre amenazante para esta localidad.
Yiza; al fondo, las Montañas de Fuego.
Nuestro camino, ahora, se desmarca de los oficiales establecidos por "La Pedales" para visitar un peculiar enclave imposible de perderse si visitas esta isla.

Cogeremos la carretera para retomar de nuevo la línea costera, rodando en busca de la localidad de El Golfo. Es esta muy afamada por sus buenos pescados pero, sobre todo, por su inigualable Charco de los Clicos.

Para llegar hasta ella, el asfalto se abre paso entre el malpaís del Parque Natural de los Volcanes, elevándonos hasta el collado que separa las moles de Vieja Gabriela y Pico Redondo.
Carretera hacia El Golfo
Antes de llegar a este núcleo tomaremos un camino que sale a la derecha y que nos aproxima al Parque Nacional de Timanfaya, concretamente al trazado de la ruta Tremesana que parte desde Yaiza por terreno protegido. Pero para poder recorrerla es necesario una autorización, y en esta ocasión no contaba con ella, por lo que decidí volver al asfalto para llegar definitivamente a El Golfo.
Aproximación a la Ruta Tremesana.
Una vez en mi objetivo alternativo, tan solo necesitaba dejarme asombrar por la belleza de la Madre Naturaleza. Naturaleza que ha moldeado con su viento este espectacular enclave con formas lunáticas cuasiextraterrestres. Los tonos rojos, amarillos, negros y verdes se funden en nuestra retina para quedar asombrado ante tal obra de arte natural.
Charco de lo Clicos.
El Charco de los Clicos, es denominado así por un crustáceo con hábitat exclusivo en esta laguna, tristemente extinguido por su sobrepesca. Hoy en día mantiene este intenso color verde por el fitoplancton que habita en su interior.

La montaña que lo rodea, un semicono volcánico erosionado por la acción del viento, produce un efecto visual único digno de contemplar.

Cruzaremos la playa a pie para continuar retomar el camino por el asfalto, no sin antes quedar impresionados por las siluetas creadas por el efecto de la erosión en esta Montaña del Golfo.
Peculiares siluetas producidas por la erosión.
Ya en la carretera, seguiremos rumbo sur por la línea de costa ganada al mar por la lava solidificada. Aquí la rápida solidificación de la lava al contactar con el mar en las últimas erupciones acaecidas, permitió la creación de peculiares formas acantiladas y numerosas cuevas submarinas que el mar ha ido reconquistando a la tierra debido a su bravura en esta parte de la isla.

Estas formas se hacen presente en la zona de Los Hervideros, donde existen una serie de cavidades donde el mar se adentra bajo la lava solidificada. En días ventosos, con el vaivén de las olas, podemos observar un auténtico espectáculo natural al chocar el agua contra la roca.
Los Hervideros.
Es increíble la concentración de rincones de interés turístico natural que tiene esta pequeña isla; y como con una simple bicicleta puedes llegar a todas y cada una de ellas. Es tal las ganas por conocer algo nuevo, que la noción del tiempo se pierde con demasiada facilidad.

Pero debemos continuar nuestra ruta hasta el siguiente punto de interés; las Salinas de Janubio y su laguna.

Podemos bordear estas por carretera o bajándonos de la bicicleta y pasear junto a su playa. En esta ocasión decidimos cruzarla bajados de nuestras monturas para disfrutar de estas salinas que fueron en su momento el principal motor económico de la isla.
Playa, laguna y salinas de Janubio.
Tras ella, abandonaremos definitivamente el cómo asfalto para adentrarnos en el último tramo de la jornada de hoy. Rodaremos pues, por toda la línea de costa del Rubicón, al suroeste de Lanzarote

El camino continúa paralelo al mar hasta el final de la etapa. Sus primeros kilómetros se trazan sobre un piso excesivamente técnicos e incómodo al principio. Pero poco a poco irá mejorando hasta llegar a la zona urbanizada.

Siempre tendremos como referencia de final de etapa a la Montaña Roja que elevará su figura ante el rectilíneo horizonte marítimo.
Montaña Roja y planta potabilizadora.
El primer hito de interés es el paso por una planta desaladora-potabilizadora de agua que dará por concluido el tramo más incómodo de este sector.

Tras la mejora del camino, el siguiente objetivo pasa por llegar hasta uno de los vértices geodésicos que salpican toda la orografía española. En este caso nos hallaremos ante el punto geodésico de Piedra Alta.
Vértice geodésico de Piedra Alta.
Tras el breve descanso, seguiremos surcando las tierras del Rubicón en busca de una de las zonas de baño más peculiares de la isla. Alejado de todo núcleo urbano podemos encontrar unos baños naturales que si el tiempo nos lo permite y tenemos bajamar, podemos descender para remojar nuestros pies en este curioso enclave.
Baños de Rubicón.
No fue esta nuestra suerte, no teníamos bajamar, por lo que continuamos el camino.

Levantamos la mirada en busca de la referencia de la Montaña Roja, pero lo que nos encontraremos ahora será una silueta desafiante ante nuestros ojos. Desde la lejanía no se puede reconocer qué es lo que rompe la hegemonía de la naturaleza. Pero a modo que nos vamos aproximando, bien podemos echarnos las manos a la cabeza al reconocer un enorme edificio abandonado en medio de la nada.
Hotel abandonado.
El proyecto del Hotel Atlanta de Sol irrumpe en nuestro camino como un "malpaís humano". Una mole de ladrillos que rompe el equilibrio natural, que obliga a frotarse los ojos ante la incredulidad de como el ser humano puede hacer tal daño a su propia madre naturaleza. Ejemplo de la triste áurea de corrupción que rodea esta isla.

No es un objetivo interesante en la ruta, pero tal vez sí sea necesaria para hacer recapacitar sobre el sentido común y cumplimiento de leyes dentro de la sociedad en la que nos encontramos.

Un rápido borrón, tan rápido como mi paso por este penoso y tétrico lugar, para afrontar los últimos kilómetros de la etapa de hoy.
Faro de Pechiguera.
Una encrucijada de caminos nos llevará hasta las primeras urbanizaciones que pueblan la punta Pechiguera con su altísimo faro que controla este punto del suroeste insular.

Desde aquí el rumbo cambia de sur a este, pudiendo observar por primera vez en lo que llevamos de ruta, la vecina isla de Fuerteventura en el horizonte marítimo.

Pero más próximos a nosotros encontramos los primeros paseos marítimos a los pies de la Montaña Roja, hito que habíamos marcado como referencia del final de etapa.
Paseo marítimo bajo Montaña Roja,  los Ajaches al fondo.
Los montes de Los Ajaches también hacen acto de presencia de un modo amenazante, pero esa es una batalla que tendrá lugar el último día de nuestra expedición. Hoy solo queda rodar por los cómodos paseos que unen la infinidad de hoteles que pueblan esta zona costera.
Playa artificial de Playa Blanca.
Estamos en el km 78 de ruta. Es el final de la tercera y penúltima etapa por estas tierras conejeras. Una ruta que tiene muchos puntos de interés que visitar, pero que tiene la joya de la corona en su paso por el Parque Nacional de Timanfaya; o lo que es lo mismo, las puertas del infierno.

Infierno que bien es contrarrestado con unas buenas jarras de cerveza en pleno paseo marítimo con las piernas en alto y un refrescante chapuzón en su playa artificial.
Recompensa final.

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